
Cordero Pascual
Imagen de bulto redondo realizada en madera de cedro estofada y policromada. Fue tallada por Antonio J. Dubé de Luque y dorada con oro fino en el taller de los Hermanos Sánchez para su estofado y policromado, mientras que los elementos de orfebrería en plata de ley –tales como la peana, los sellos y el lábaro– fueron realizados en el taller de Orfebrería Andaluza, ambos en Sevilla. El contrato de ejecución de la imagen se firmó en el taller del escultor en Sevilla el 10 de mayo de 2008 y fue bendecida el 14 de marzo de 2009 en la parroquia de Santiago por D. Francisco Cerro Chaves, entonces obispo de la Diócesis de Coria-Cáceres. La labor de talla en madera fue sufragada por las hermanas Juana y María Morán Vidal. El dorado y los elementos de orfebrería citados, por la propia cofradía.
La imagen, de tamaño inferior al natural, representa al "Agnus Dei", es decir, al Cordero de Dios, el cual está recostado sobre el libro del Apocalipsis o de los siete sellos, donde se escriben los misterios de Dios. Cada uno de los sellos lleva una letra que corresponde a cada uno de los siete sellos de la Nueva Alianza: los sacramentos, esto es, BCPCEOM. El Apocalipsis narra la apertura de cada uno de ellos.
Primer sello del apocalipsis: un jinete sobre un caballo blanco, color que hay que destacar. En la Nueva Alianza, el primer sello empieza por B y es el Bautismo, del cual resalta la blancura de las túnicas de los bautizados en Cristo. El segundo sello, la letra C, corresponde a un caballo alazán, que simboliza la fuerza y conduce al segundo de los sacramentos: la Confirmación, que confiere fuerzas al cristiano para hacer la confesión de su fe, robustecida por el sacramento. El tercero exhibe la letra P, y lo representa en el libro del Apocalipsis un caballo negro, el color del pecado, que se perdona en la Penitencia, la cual devuelve a la inocencia bautismal. El cuarto sello, signado con la letra C, se refiere a la Comunión. En este cuarto sello se deja libre a un caballo amarillo, que es símbolo del hambre que, en el Nuevo Testamento, se sacia con la Eucaristía que prefiguran los cinco panes y dos peces que saciaron, y aun con sobras, al número simbólico de cinco mil hombres, es decir, a la humanidad toda, ya que los múltiplos de cinco son expresión de universalidad. El quinto sello aparece marcado con la letra E y representa a aquellos que murieron por defender la Palabra de Dios. Prefigura la Extremaunción o Unción de los Enfermos, como lo denomina el Catecismo, porque también da salud al cuerpo. El sexto sello lleva pendiente la letra O y se abre para los que anuncian la verdad, que son los portadores del Orden Sacerdotal. En el séptimo sello, con la letra M, se puede ver la continuidad y propagación de los elegidos, que la garantiza el Matrimonio, cuyas oraciones forman el perfume suave de las que se elevan por la humanidad a Dios.
"Vi a la derecha del que estaba sentado en el trono un libro escrito por dentro y por fuera, sellado con siete sellos. Vi un ángel poderoso, que pregonaba a grandes voces: «¿Quién será digno de abrir el libro y soltar sus sellos?» Y nadie podía, ni en el cielo ni en la tierra, ni debajo de la tierra, abrir el libro ni verlo. Yo lloraba mucho, porque ninguno era hallado digno de abrirlo y verlo. Pero uno de los ancianos me dijo: «No llores, mira que ha vencido el león de la tribu de Judá, la raíz de David, para abrir el libro y sus siete sellos». Vi en medio del trono y de los cuatro vivientes, y en medio de los ancianos, un Cordero, que estaba en pie como degollado, que tenía siete cuernos y siete ojos, que son los siete espíritus de Dios enviados a toda la Tierra. Vino y tomó el libro de la diestra del que estaba sentado en el trono. Y cuando lo hubo tomado, los cuatro vivientes y los veinticuatro ancianos cayeron delante del Cordero, teniendo cada uno su cítara y copas de oro llenas de perfumes, que son las oraciones de los santos. Cantaron un cántico nuevo, que decía: «Digno eres de tomar el libro y abrir sus sellos, porque fuiste degollado y con tu sangre has comprado para Dios hombres de toda tribu, lengua, pueblo y nación, y los hiciste para nuestro Dios reino y sacerdotes, y reinan sobre la Tierra». Vi y oí la voz de muchos ángeles en rededor del trono, y de los vivientes, y de los ancianos; y era su número de miríadas de miríadas y de millares de millares, que decían a grandes voces: «Digno es el Cordero, que ha sido degollado, de recibir el poder, la riqueza, la sabiduría, la fortaleza, el honor, la gloria y la bendición». Y todas las criaturas que existen en el cielo, y sobre la tierra, y debajo de la tierra, y en el mar, y todo cuanto hay en ellos oí que decían: «Al que está sentado en el trono y al Cordero, la bendición, el honor, la gloria y el imperio por los siglos de los siglos». Y los cuatro vivientes respondieron: «Amén». Y los ancianos cayeron de hinojos y lo adoraron". (Ap 5, 7-14)
Este fragmento del Apocalipsis de san Juan es el que ha servido a los artistas, sobre todo del primer arte cristiano y del que luego beberán las representaciones posteriores, para dar origen a la iconografía que hoy conocemos como "Agnus Dei", esto es, Cordero de Dios. Se encuentra descrita en la primera visión profética que el santo tuvo en la isla de Patmos, "Los preliminares del gran día de Dios", y en ella hemos podido comprobar cómo aparecen los elementos fundamentales de esta peculiar representación de Cristo: el Cordero degollado, el libro de los siete sellos y la adoración por parte de los ángeles, los ancianos y los vivientes.
Pero no será la única vez que san Juan Evangelista nos hable de la figura a la que estamos haciendo referencia, pues dentro de la misma visión, pero un poco más adelante, narra la contemplación de un Cordero sobre el monte Sion, acompañado por sus fieles, que en la cabeza llevaban marcados el nombre del Cordero y el de su Padre. Esto quiere significar una contraposición con los fieles de la Bestia , descritos previamente y marcados con su número; recordemos: el 666. Junto al Cordero, aparecen de nuevo citaristas tocando y cantando un "Cántico Nuevo" delante del trono. Esto es algo que ya aparece con Moisés, pues los israelitas también cantaron en la liberación de Egipto; de hecho, ese canto se ha conocido siempre como el "Cántico de Moisés". Se ve cómo en esta ocasión se ha realizado un intercambio de acontecimientos, pero con una idea común como base: el cántico como medio de alabanza; en este caso, con el sentido de la celebración del nuevo orden instaurado gracias al Cordero Inmolado, a Cristo Resucitado. Es el cántico al triunfo y la gloria de Dios y de sus elegidos.
El origen del simbolismo del Cordero se halla en el libro de Enoc. Significa la pureza, la inocencia, la mansedumbre y un inmerecido sacrificio. En las alegorías aparece bajo uno de estos aspectos: los pensamientos puros de la mente, el hombre justo, el Cordero de Dios.
En el mundo cristiano, la representación del Cordero Místico ha seguido, desde los primeros tiempos, una serie de características fijas. Se trata de la representación de un cordero con la cabeza laureada y, en ocasiones, herido por una lanza en el pecho o degollado, lo cual sin duda alguna es una referencia a la muerte de Cristo en la cruz. Puede presentarse recostado o de pie sobre el Libro de los Siete Sellos, sosteniendo entre sus patas un estandarte o banderola rematada por la cruz y donde se puede rezar "Ecce Agnus Dei", tal y como ocurre con la imagen de nuestra cofradía; o, en ocasiones, pueden aparecer representado en esa misma banderola un crismón, una hostia o una cruz, todos ellos símbolos de la figura de Cristo. Ocasionalmente y de forma poco común, aparece con múltiples ojos que hacen referencia a la omnisciencia de Dios. Todo lo dicho anteriormente, inscrito en un círculo, símbolo de la totalidad y de la perfección divina.
Esta representación se daba ya en las primitivas comunidades que sufrieron persecución en la época romana. Junto al pez, al crismón, al Buen Pastor y al Maestro, es la representación simbólica más repetida en el arte paleocristiano, donde el empleo de cualquier motivo que hiciera claramente alusión a la fe cristiana estaba condenado con la muerte. De ahí que estos primeros cristianos se tuvieran que valer de otras figuraciones que aludieran a Cristo y cuyo significado solo ellos conocieran.
El porqué de esta representación no es otro que Cristo como víctima ofrecida en sacrificio por los pecados de los hombres. El origen de esta similitud se toma del cordero que era consumido por los judíos durante la celebración anual de la Pascua o Fiesta del Paso, que, recordemos, conmemoraba su liberación del poder egipcio. Liberación que se produjo, según Éxodo (11, 1-12-36), después de que Dios enviara la décima y última plaga al faraón de Egipto y a su pueblo por no liberar de la esclavitud a los hijos de Israel. Plaga de la que nadie escapó, desde el más bajo funcionario hasta el propio primer hijo del faraón y los primogénitos del ganado. En Éxodo 12, 5-14, se lee cómo antes de esa plaga, Yahvé mandó a Moisés para que informara a todos los israelitas de la marca que deberían poner en sus puertas con la sangre del cordero para que pasara sobre ellos y así se evitara que todos los primogénitos israelitas murieran cuando el mismo Yahvé hiriera a la tierra de Egipto. Además, les dio las instrucciones de cómo tenían que consumir su carne esa misma noche. Este fue el más duro golpe a Egipto y la plaga que finalmente convenció al faraón para liberar al pueblo de Dios.
Igual que por el sacrificio del cordero llegó la liberación al pueblo de Israel, para los cristianos, con el sacrificio del Hijo de Dios, de Jesucristo en la Cruz, nos llegan la salvación y la liberación. Por eso es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Con la muerte del cordero inocente, las puertas del paraíso se abren de nuevo después de que fuesen cerradas cuando fuimos expulsados del Edén. Por este motivo, toman esta comparación los profetas y los primeros seguidores de Cristo, que, no olvidemos, eran judíos, con lo que significaba para ellos la figura de este animal. La muerte del cordero salvó a Israel como la muerte del Cordero de Dios salvó a la humanidad. Este sacrificio de Nuestro Señor es el que conmemoramos cada domingo con la celebración de la Eucaristía, eje que tendría que ser de la vida de cualquier cristiano. Con el sacrificio de la misa estamos recordando esa bendita noche pascual en la que el mismo Jesús se entrega al hombre por amor en la última cena y con su muerte en la cruz. Por eso suele figurar la imagen del Cordero en las representaciones eucarísticas o en la iconografía de la Sagrada Cena, como sucede en nuestro paso.
Haciendo una breve alusión al Libro de los Siete Sellos –del que en el Apocalipsis se nos dice que Dios lo sostiene en sus manos y cómo al tomarlo el Cordero se postran ante él los veinticuatro ancianos y los cuatro vivientes–, hay que apuntar que es el libro que contiene los decretos divinos acerca de los acontecimientos del final de los tiempos. Nadie lo podía abrir ni leer, excepto Él, el Cordero, Cristo. Solo Él, puesto que es el único y verdadero juez y señor de la humanidad entera. De hecho, avanzando un poco más en el texto apocalíptico, descubrimos que los sellos son rotos por la acción del mismo Cordero y cómo se nos anuncian las desgracias que cada uno de esos sellos supondrá para el género humano.
Hemos podido comprobar cómo la representación iconográfica del Cordero Místico que conocemos se basa en lo narrado en el Apocalipsis, pero no será la primera vez que se utiliza esta imagen del Mesías, pues ya aparece en otros textos proféticos, como por ejemplo en Isaías (Is 53, 7) y Ezequiel (Ez 46, 13-15), y será asumida posteriormente por san Pablo o el mismo san Juan Evangelista, aunque no serían los únicos. Para terminar, vemos de una manera más destacada cómo esta idea ya la tenía san Juan Bautista, y así lo anuncia durante el momento del Bautismo de Jesús en el río Jordán, según narran los Evangelios:
"[...] y le preguntaron, diciendo: «Pues ¿por qué bautizas si no eres el Mesías, ni Elías ni el Profeta?» Juan les contestó diciendo: «Yo bautizo en agua, pero en medio de vosotros está uno a quien vosotros no conocéis, que viene en pos de mí, a quien no soy digno de desatar la correa de la sandalia». Esto sucedió en Betania, al otro lado del Jordán, donde Juan bautizaba.
Al día siguiente vio venir a Jesús y le dijo: «He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Este es aquel de quien yo dije: 'Detrás de mi viene uno que es antes de mí, porque era primero que yo'. Yo no le conocía; mas para que Él fuese manifestado a Israel he venido yo, y bautizo en agua». Y Juan dio testimonio diciendo: «Yo he visto al Espíritu descender del cielo como paloma a posarse sobre Él. Yo no le conocía; pero el que me envió a bautizar en agua me dijo: 'Sobre quien vieres descender el Espíritu y posarse sobre Él, ese es el que bautiza en el Espíritu Santo'. Y yo le vi, y doy testimonio de que este es el Hijo de Dios».
Al día siguiente, otra vez hallándose Juan con dos de sus discípulos, fijó la vista en Jesús, que pasaba, y dijo: «He aquí el Cordero de Dios». Los dos discípulos, que le oyeron, siguieron a Jesús". (Jn 1, 25-37)
